martes, 12 de enero de 2021

Agujero.

Deambulo y crujen las hojas bajo mis pies descalzos, un niño llora desconsolado en mi regazo hasta quedarse dormido, una luz baña mi sien como queriendo llevárselo todo. Tengo un agujero en el pecho como un árbol hueco, como la luna llena, como un violín sin arco. Es complicado ¿sabes? Lo estoy intentando pero a veces aprieta, ya me arranqué casi todas las cuerdas, el temporal está amainando. Veo tu cara en el rocío, todo confabula y se alinea, todo me recuerda a ti. Me estrangularon con hilos de plata, desde entonces guardo un arma en el liguero, desde entonces llevo guantes blancos. Pensaba que vagaba a la deriva pero creo que orbito a tu alrededor; hasta que se me acabe el oxígeno, hasta fundirme con el sol. Se me nublan los sentidos, se estrellan todos los platillos volantes, se rompen todos los vinilos. 

Yo no quería pero apareciste, y cuando lo hiciste te llevaste la máscara y la espada, el alambre y la sal. Ahora solo queda el yeso húmedo que se ralla con las uñas, un brote verde y tierno que sale de la nieve, un destello que anuncia el verano. He vendido el oro que no tengo, he rezado una plegaria sin fe, he bailado sobre alguna tumba; todo era gris y añil antes de ti, todo era una ecuación sin sentido antes de ti.

Ahora solo queda el consuelo del error premeditado, ahora solo quedamos nosotros.

domingo, 27 de diciembre de 2020

Temporal.

Agárrame la mano y sácame de aquí, corramos calle abajo. Yo sigo firme en esto, quemar el sol y romper las líneas, hablarle de ti al viento, llorar sal cuando te alejas. Caen hojas secas de mis párpados, quiero coserme a ti, quiero vestirme de negro, quiero ser trapecista sin red en tu cuello. Eres mi atardecer favorito, un destello verde en la aurora, un olor dulce a jazmín. Siempre estoy en el último escalón aunque nunca arriba; tengo la herida a punto de cerrar pero no cicatriza del todo. Quiero el superpoder de eternizar un instante, de volver de humo el miedo, de arañarte siempre. Hay un sostenido aquí dentro, un puerto al que regresar, un bar que nos vio nacer, un hotel en el que te mordí. No se me ocurre nada que rime contigo, nada se compara ya, nunca pude hacerlo. Has vuelto a clavarme de nuevo el cristal, a sacármelo de golpe, a llegar con gasas de seda, a darme puntos sin anestesia y a besarme las heridas con te quieros. Siempre apareces cuando el temporal me aterra, cuando ya no hay salida, cuando el hilo se tensa.

No te vayas, porfa.

domingo, 8 de noviembre de 2020

Guerra.

 Correr con un piti destrozado en el bolsillo, con dos velas negras en las ojeras, con tu boca en la memoria, con tu olor bajo llave. No sé si tu ropa me queda fina pero a mi suelo le sienta perfecta, como era de esperar. Te imaginé hecho de arena, dormido mientras yo escribo, conduciendo un trasto mientras cantamos a pulmón alguna canción antigua. Hay dolores que apetecen, hay muertes dulces. Hago las paces con aquellos años, la gota china que me martillea acabó atravesándome y, por lo menos, ya no me molesta; ventajas del desastre. Crecen alas en mis heridas, creo que huyen cuando apareces. Soy letrista sin música, foto sin recuerdo, suela sin calle; me dieron las mil buscando la última pieza del puzle. Todo me sabe distinto desde ti, hasta el mar. No vi venir este incendio, no me quedaban balas cuando llegaste, quemé el último as de mi manga hace mucho; me encontraste desnuda y muerta de frío, tiritando al son de una canción triste. Te miro y desde alguna ventana abierta se oye un vals. Quiero que me arranques de cuajo lo que hubo antes, quiero que dures siempre, quiero que plantes este desierto con tu verde. Y pudrirnos juntos, morir en junio y resucitar en agosto, pintar los grises, bailarte encima, besarte las cicatrices.


Y, por fin, entera.

sábado, 10 de octubre de 2020

Amarillo.

Dile al médico que no me reanime, que me cante la Llorona, que ya no me queda nada. Bucear en ti no deja de ser una manera más de intentar curarme, de borrar el caché, de reiniciar el cora; aunque a veces se me bloqueen las páginas y se me encasquillen las armas. Ya no puedo huir, ya no sé cómo hacerlo, se me agotó el cupo de errores hasta el decenio que viene. Las luces están rotas y tú estás mordiéndome fuerte, ya no puedo pensar en nada más. Eres una escarificación en mi alma, un tornado de fuego en mi estómago, un moratón en mi piel. Todo esto me aterra, por eso siempre hubo humo que me emborronara la vista; letras, en general. Sabes que enredada en ti siempre es peor, siempre, todo. Soy un tango triste en una gramola, un brillo en el agua del lago de todos los findes, un graffiti en Londres un día nublado. Me molesta la ropa que nos separa, que haya música que deje de sonar cuando te miro, que se me olviden las escaras que arrastro por un segundo. Sigo sin saber nada de esto, sigue haciendo frío tras estos ojos. No te atrapo, no llego. Seré siempre así aunque me queme el aire dentro, aunque sudemos alcohol como dice Nathy. Llego a rastras a casa, como de costumbre, con treinta números marcados y ninguno es el tuyo, con mil pensamientos por hora y ninguno va de otra cosa. Tengo goteras que me congelan y un calambre extraño que me recorre como un rayo a cámara lenta. Punzante, como el dolor de mi pecho, como el boli que uso siempre, como aquello que guardas bajo llave. Sensación recurrente e imperecedera de estar en un sketch que nunca consiguió un maldito premio, de ser el mejor libro de la historia que se muere en un cajón un domingo. Se derrite tu aroma en mis manos, algo de ti me queda encajado dentro cuando te vas, los clavos oxidados de mi ataúd están esperándote desde hace tiempo. Lo único que me da estabilidad es rodearte con las piernas, que me soples mi nombre, que me digas que todo va bien.


Sigo rota.

Pero menos.


miércoles, 30 de septiembre de 2020

Caigo.

 Somos el puto Vesubio un 24 de octubre, una guitarra en llamas en Woodstock, una aurora boreal en tus iris. Te estuve buscando durante muchos inviernos, no hice caso a Robe, nunca entré en aquella calle sin salida. Hay margaritas en mi pelo y en mis palmas fuego azul, las buenas costumbres no se pierden, los buenos recuerdos van con cuentagotas. Tengo un ángel que procura que mis pasos sean erráticos, creo que por fin conseguí darle esquinazo en el 66, pero está claro que aún me busca. Que le jodan. Hay un llanto triste resonando en mis aceras, meto quinta por si acaso me salpican aquellas tardes de invierno; que no nos pillen. Nada nuevo bajo las suelas, o quizás todo; raro es el día que no me chillen esos parques, que no me despierten los cuervos blancos. Eres mi comedura de cabeza favorita, mi bache y polvareda en el camino, mi Chanel n° 5. Podrías haberme mordido antes, habría textos que serían distintos, habría textos que incluso ni serían. Pero qué sabíamos nosotros. Mojada bajo el sol, con los ojitos tristes y las zapas sucias. Somos un beat de 2020 con sample de 2013 ¿no crees? Hay un chasquido que se activa cuando veo el verde, hay una ruina que se construye cuando te me cruzas. Los ecos vuelven, no creas que soy tan fuerte, pero tus caricias los espantan; ya era hora. Me pega la luna en la cara pero no me molesta, esta noche te hace brillar un poco más; guapo, duro y vestido de negro. Sadgirl desde que tengo memoria, solo me baila el olvido, solo perdura el error, solo camino descalza, solo hay polvo en mis bolsillos. Llego a casa con el pelo revuelto y una puñalada nueva que coser, celebro la herida, celebro tu olor. Y yo qué hago ahora ¿saltar de nuevo o agarrarme al borde, como siempre? Caigo y rezo porque alguien recoja lo que quede vivo. Estoy frente al espejo y ya no veo una sombra. Hay un sostenido en mi sol, hay unas cuantas letras escondidas que siempre fueron tuyas. En canal de nuevo, no sé hacerlo de otra forma. 


Últimamente hablo mucho con ella, vieja amiga, le pregunto qué hizo mal, me contesta "que no estaba él".

sábado, 29 de agosto de 2020

Paso.

Un 7 en el móvil pero me niego a moverme, está noche moriremos juntos, como Romeo y Julieta dos locos sin nombre. Tengo polvo en las manos, ya no hay color que no sea el azul, ya no hay un cielo que no sea gris, no hay ruina que no seas tú. Si es que conmigo estoy mejor, me tomo una cerveza con mis demonios y nos ponemos a rajar de ti, es en lo único en lo que podemos estar de acuerdo. Y cada año más fría y agrietada, como un libro con las páginas dobladas, como una canción de Bob Dylan. Cada vez más cerca de perderme y cada vez más lejos de encontrarme, hace años que me salí del camino y sigo sin encontrarlo. "Que no se te olvide que me prometiste no volver a sufrir", me dice esa rubia de quince, pero hago como que no la escucho y sigo cavando mi tumba. El cigarro me sabe a "este no es pa ti" pero es que si no sigo fumando me ahogo, no sé si me entiendes. Fui violín y guitarra eléctrica, hoy soy piano porque siempre sueno a nostalgia y porque siempre voy de negro. Esta noche ha hecho frío y lo echaba de menos, pensé que no volvería, que había huido de mi. Creí haber dado muerte al león en mis entrañas, pero ahora mora un Leviatán y yo ya no tengo balas. Ni ganas. Una canción me trae una tormenta violenta, la otra me trae un recuerdo lento; ninguna habla de ti, o quizás las dos. Se oye lluvia y gospel, sabe a ceniza y fresa, huele a carbón y a perfume. Hace tiempo que me caí dentro del cristal del reloj de arena, nado esperando a que el tiempo se me acabe. Ella tan mariposa y yo tan mantis, estaba claro, no sé por qué me sorprende. He idealizado el sufrir, estoy cómoda en el pozo, me acostumbré a ese sabor amargo. Tengo aquel tema en bucle, no lo conocía cuando te conocí, no me conocía ni a mí. Crecen las raíces y rompen el asfalto, como lo que tú me haces. 

 Quisiera devolver este corazón, señorita, sé que la garantía está caducada pero es que nunca me ha funcionado bien. 

 Te hago una pregunta seria, resolver una ecuación con dos incógnitas.



¿Cuál soy yo?

jueves, 27 de agosto de 2020

Ruido.

Quiero lijarme, quedarme muda. Abrazo el olvido, siempre fuerte, siempre tarde. Ya no hay más ruido, ahora solo hay música, aunque sea lenta. Crece hiedra en mis ojeras, hay escamas en mis clavículas, mueren pétalos a mis pies. Sería mucho más fácil si me anestesiara de nuevo, si acallara el rubor, si el mar borrara las huellas. Radiohead me dice que siga respirando, que no pierda la cabeza, pero después me pide que me asfixie; pero eso me lo dice porque aún no me conoce. Y yo me meto el cañón de la pistola en la boca, para no variar. Si casi le estoy cogiendo el gusto. Quiero que me quemen sobre mis cuadernos, quiero que pongan Love hurts de Nazareth y nadie hable. Hay un cuervo en mi techo pero no puedo echarlo, a veces me mira con pena y otras me arranca los ojos. Subía con las gafas para que el rojo no me delatara, ahora para que mamá no me vea ojitos tristes; actriz barata. Sale ácido de mis venas y tarántulas de mis entrañas; cómo me joden esas noches. Me das ganas de beber, como todo lo que me aterra. Llevo rosas blancas a tu funeral y bailo descalza sobre tu tumba; después derramo alcohol sobre ella y brindo por nosotros. Solo sé tocar acordes menores y séptimas, en algún sitio escuché que los mayores suenan felices; ahora lo entiendo. Y me pinto la raya para recordar tiempos mejores, aunque aún no se cuales; debieron existir, quizás los olvidé. Y cuando la reina cae, al rey le quedan dos jugadas (aunque no sé quién eres tú y quién soy yo); creo que yo soy un alfil porque no sé ir en línea recta. Y tú eres una puta torre infranqueable a la que doy patadas para ver si abro la puerta, a la que doy mordiscos para ver si afloja. Me sentaré a ver como cae sobre mí y me entierra, mientras me bebo una cerveza.

Empecé a escribir de nuevo, como si no hiciera ocho años de todo esto, como si hubiera podido dormir todo este tiempo.

 


Empecé a morir de nuevo.